Situadas en la llanura ampurdanesa, con la vecindad del mar y el trasfondo de la cordillera pirenaica, las piezas de La Rubina son piezas de un mosaico centenario formado por varios cercados, de campos de cultivo inundables y pastos que se encuentran separados unos de otros por hileras de árboles, con especies propias de los bosques de ribera como los alisos, sauces, olmos y álamos blancos.
El conjunto es un hábitat de gran interés florístico, ejemplificado por la presencia de varias especies de orquídeas, e idóneo para una destacada variedad de especies de aves, algunas escasas, como la carraca.
La visita a La Rubina permite conocer de primera mano las peces (‘piezas’) de La Rubina son parcelas largas y estrechas bordeadas de acequias, donde se cultivan cereales y forrajes. Estos prados de guadaña y de pasto tienen su origen en la desamortización de Mendizábal, en la primera mitad del siglo XIX, que redistribuyó las tierras entre los vecinos.
Destaca también la laguna del Tec, cubierta de lirios amarillos en primavera y equipada con un observatorio de aves.
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